
Juan tiene 5 años, ahora tiene una hermanita, Javiera de 2 años, juegan en la bañera, silban bajo en agua. Sus padres discuten, a su madre le gustan las esculturas, las metalúrgicas, las de cristal, a veces cuando Juan (padre) cierra la puerta aburrido, con rabia y se va a caminar, es como si su sangre ardiendo dictara en sus manos, los labios que la nueva forma tendrá, y la arrastrase hacía un mundo donde gobiernan los remolinos suaves, perpetuos, de sus pupilas y su croquis salvaje de lágrimas diamante.
A los 7 años Juan hijo, descubre el lugar donde su padre va a caminar, y una decena de palabras en gestación se reproducen en el cuaderno que acostumbra llevar bajo su brazo. A Juan le gustaría saber que escribe su padre, porque discute tanto con Cristina, su madre, si a ambos les encanta llenarse el paladar de canciones, acomodar vinilos de Patti Smith, The byrds, Donovan, The kinks, y acabar saciados antes del almuerzo.
Juan tiene 14 años, y posee los mismos síntomas de su padre, se tatuaran ambos un caballo anclado en sus brazos derechos. Faltan 4 meses para que Juan cumpla los 15, su padre ha salido a caminar, es tarde, ya casi son las 12, se ha tomado un par de cervezas, algo de vino, el camino es más blanco, cruje más que nunca. Javiera esta durmiendo, hoy no han hablado, Juan hijo y su hermana no suelen ser criaturas cómplices. Juan padre, tiene un hilo transparente descendiendo por su mejilla, lee las ultimas cosas que ha escrito en su cuaderno, las hace pedazos, las lanza al agua, el lenguaje hambriento de sus anhelos, el porque la vida, no es como los textos que escribe lo atraviesa, le insulta a su conciencia, que reposa y es verdugo de su aire, ama a sus hijos, pero es esta vida, en la que se reparten en jeringuillas su pálida sangre, la que lo agota, lo ha convertido en su propio enemigo, los poetas y las palabras hormigueantes en las que cree como agujas dejándole ciego. Juan padre, cae al agua.
Todos dicen ha sido por el alcohol. Juan hijo entiende, no tiene nada que entender en realidad, lo sabe, en sus columnas transita una misma libertad indolora, ansias de un destino en el que sus entrañas no se aten a un corazón alcatraz, a un mundo muerto, que les agarre por la espalda. Juan escucha sleepwalker de the kinks, su habitación esta llena de collages, de sus dibujos con acuarelas, donde predomina el rojo, tiene una caja donde guarda fotos, de sus amigos, de sus viajes a la playa, se ha comprado un cuaderno de pasta dura azul, tiene un diario.
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