Para mantener las funciones vitales se recomienda desnudarse y perseguir satélites en llamas
jueves, 7 de abril de 2011
No-Resistencia
No puedo odiarte, pero tampoco puedo desearte. Hoy P me ha dicho “cómo voy a tener miedo del día de mi muerte, si todos los días muero un poco”. Por eso no puedo extrañarte, porque desde que te conocí, todos los días, todas las noches, en todos los besos, muero en ti y sé que aunque es una posición envidiable, tú debes seguir complaciendo a otras: a tus vírgenes del sagrado dolor.
Pero hoy como si nada, regresaste a mí, cuando yo me balanceaba en el vació. Llegaste y me masajeaste la nuca y yo escupí mis dientes como si se tratasen de piedrecillas contra las sombras. Apoyaste tu cuerpo contra el mío, nos sostenían imanes allá abajo, eran de los defectuosos, así que nos precipitamos de espaldas a la calle, un coche azul pasó, seguramente ha dicho mira a esos dos como se abrazan. No nos ha visto caer, simplemente vio nuestras siluetas en el suelo, mientras por nuestras bocas la sangre borbotea, el coche pasa sin detenerse.
sábado, 2 de abril de 2011
Desmantelar
Al comienzo tuve miedo de tocarla, de con mi torpeza lastimarla, cuando olía su cuello y mis pestañas le hacían pequeños cortes en la oreja. Estaba a punto de acurrucarme, comenzar a temblar y pedirle que se fuese, cuando me abrazó e inmediatamente sentí su encanto devastador. Intentaba quedarme dormida pero era imposible, no cesaba de repetirme: ella es diferente, no la dejes dormir, déjala que se escape en ti y se sienta protegida entre tus dedos. Pero cuando apague la luz, ocurrió lo que temía, llenó de pétalos muertos la cama, deshizo las palabras de afecto, se acabaron los maleficios del deseo y me susurró: nunca llegaré a quererte. Yo le pedí que tuviese piedad, que ya estaba desnuda en su cama, que no quería viajar sola a casa, y comencé a lamerle la oreja. Ella me dijo que la estaba llenando de babas como los suicidas cuando abrazan su última ilusión. Yo le dije que nunca había pensado en la muerte, ella me respondió que la hacía reír, porque lo que más le gustaba de mi, era mi cuerpo muerto, mis labios helados, las fisuras de mi cielo en donde cualquiera podía desenhebrar a los sueños y provocarme nostalgia con mentiras.
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