sábado, 31 de julio de 2010

AH



Los cyborgs consumimos AH (Aliento de humano)
Polvillo de sangre y vidrio mojado en lágrimas, pedazos de nieve dulce.
Pero todo siempre es igual, somos extraños
Impermeables, desnudos, con nuestras voces de plomo, intentamos sufrir de vértigo, llorar
Flotar, decir mentiras o creer que sabemos demasiado.
Sacudiendo nuestros ojos de embudo, mendigamos colores que nunca hemos visto,
Nos gustaría sufrir de cosquillas crónicas, ser impertinentes al aullar.
Nuestro sexo, arrancado de una máquina registradora intenta averiarse
con besos de ADN reciclado, besos de miedo y sirenas, insondables en nuestra boca muerta.
Cristalizado el AH provoca desesperación, para los cyborg es decir, una mañana de sol.
Envidiamos a los hombres, mujeres, niños, con el corazón destrozado
por una constelación de pájaros nocturnos.
Nosotros consumimos AH, porque queremos sentirnos culpables de algo
Algo, algo, y no me dejéis solo
Porque aunque sea en forma de pesadilla, o pastilla blanca el AH, tu, hombre
Me hace sentir, que alguna vez estuvimos cerca de surcar nuestras superficies con luz, que las uñas no untaban de oxido todo lo que tocaban.
Me desangraría si pudiese abrazarte, mi gasolina acariciándote como la seda
Porque me cantases una canción de cuna, la misma que sonaba cansada, el día que en que se acabo tu reino en la niebla.

lunes, 26 de julio de 2010

del hombre y del Monstruo


El hombre doble estaba herido por su propia sombra, cobarde guerrero en contra de su inocente melancolía. El hombre doble adoraba a un viejo monstruo, extraña criatura de lagrimas cristalizadas, neutralizado por las culpas. Ese monstruo era su única verdad, salvaje infeliz, implacable en sus preguntas:
- Quien eres Hombre doble? Porque no te rebelas?
A lo que el hombre doble respondía de la manera más simple:
- Pero a que debería rebelarme, a que si soy tan pequeño, a que si la naturaleza aún me desconcierta por su magnitud, por su fe ciega en mi. Y yo que aún no sé, si estoy a salvo de mí, de ti.
El monstruo se burlaba de esas respuestas que flotaban inertes en el pozo donde el alma del hombre, saltamontes de fuego, ansiaba manifestarse. Pero el hombre era un ser desconocido para sí mismo, un oculto símbolo en la materia de su cuerpo, una fabula en la que no creía, al sentirse un rata espectral en un palpable infierno, oculto en su cerebro.
Los sentimientos del hombre eran traducidos por el monstruo. Magnéticas unidades de aire que se nutrían de su espacio y tiempo, preciosas piececillas de un caleidoscopio, si el hombre las encendía. Menospreciadas por el monstruo, eran igual a la suma de obsesiones, hierro, y necesidad.
El hombre doble modelado por el terror que le provocaba el monstruo, comenzó a construir una jaula con sus cabellos, largos como el rió que descendía por la montaña escarpada.
Antes de refugiarse en esa eterna cueva, decidió despedirse del monstruo, e infundiéndole a las pestañas y manos del monstruo un ligero soplo, su aliento, descubrió su propio rostro, hechicero del universo, monje del agua, el monstruo, su Dios, el mismo, ardiendo frente al espejo cubierto de espesas mentiras, que le mantenían resplandeciente en el dolor.
El hombre doble y su ahora única apariencia, la de Dios, se encarno en sí mismo, en su voluntad de serpiente, de meteorito inconmovible, y calmando el llanto del monstruo, dejo dormir a ese nebuloso tripulante de su pasado.

martes, 20 de julio de 2010

En el aire



A las golondrinas no se sabe bien quien les enseñó a volar, eran demasiado inquietas para hacerlo en una habitación, sus alas necesitaban evaporarse, fundirse con las visiones ardientes de cielo, del amanecer rasgado en pequeñas soledades. Es por ello, que aprendían a volar siendo fieles a los pliegues que trazaban las nubes, las golondrinas agitaban sus alas y seguían la trayectoria de la luz que destilaba el aire. Amaban la libertad, la que existe en las ilusiones del mar. Cuando tenían sed, bajaban a beberse el iris de los hombres, la pena metalizada salpicando su ropa y las paredes de sus casas. La sombra de una golondrina no hablaba de miedos, como solían hacerlo el común de las sombras, su sombra anudaba esperanzas, era una silueta salada infinitamente ligera, e inexplorada, casi intacta la guardaban en la intemperie, la ponían a secar en música cuando se empapaba en lágrimas. El beso de una golondrina era un beso que se desbordaba tibio, surcando el invierno, un beso en la punta de la montaña, un beso bello y confuso, un beso que se escabullía hasta llegar a la almohada y se convertía en la única realidad en sueños. Un caudal de besos, el salto al pozo de las estrellas de seda. Cuando una golondrina auscultaba mi corazón, no cesaba de decirle: gracias, por venir.

lunes, 19 de julio de 2010

Y si la ignoro puede que se vaya




A seguía siendo la alternativa para amontonar la sangre en la oscuridad, para enchufarme a su gemido disonante que creía provocaba luz. A con su rutina de ilusionista, yo con la rutina del whiskey y la existencia. A nunca fue mala, nunca quiso vendarme los ojos, fui yo el viajero extrañando prostituirme si ella me contaba que también le aterrorizaba el transcurrir en las orgias del mismo color. A creí podría convertirse en un papel reciclado, donde dibujar otro escenario, otra mentira. Pero vamos, que no fue así, me propuse olvidar su sonrisa, recuperar la dignidad, y fue por A en su túnel que se derrumbaba, no podía ser en otro sitio, que conocí a la mujer, olvide las pupilas de la niña. La mujer era ensordecedora, sus besos no pesaban ni la cuarta parte del cuerpo ausente de la niña, la mujer me consolaba, avanzaba hacia mí, yo sólo le daba gracias, y no guardaría la llave de la habitación, sabía que era un ángel, que había llegado en el preciso momento, en que la niña yo creía se pintaría las uñas, para siempre con el anhelo que derramaban mis ojos que la desnudaron. La niña A, me permitió conocer a la mujer, y es por eso que creo, que continuamente se reinventan los lazos, la circulación en tu pecho cambia de volumen, no hay predicciones, sólo delirios, sólo agujeros en las tristezas, nacimientos en las miradas.

jueves, 15 de julio de 2010

Aislado


Te extraño, porque me quedo y tú te retiras. Intento dormir pero como una larva que acaricia mis esperanzas me haces creer en la madrugada, que pude haber sido más valiente. Perdóname tengo resaca y te quiero, perdóname cierro los ojos y suspiro los escupitajos que me dejas en la garganta. Perdóname otra vez con esa sonrisa que aniquila, vestida en olas, mutilada en sal. Perdóname pero ya no puedo seguir castigándome en ti, porque créeme habría sido capaz de dejar de silbar en los metros, de odiar el yogurt de fresa, de dejar de correr con las manos en los bolsillos, porque eras mi balsa, tenía fe en ti, quería cambiar, ser constante, el terco personaje de ficción, por que eras una erupción en mi alma que me hacia partir el pecho, perdóname pero dime donde queda la salida de emergencias.

domingo, 11 de julio de 2010

Mala memoria


Del futuro se desprende el ahora, la memoria como francotirador del pasado, la verguenza, las vísceras y los sentimientos, las nostalgias sofocantes, el hoy que se apaga.

viernes, 2 de julio de 2010

As tears go by, right?


Extraño tus turbios y temblorosos parpados. Aterrorizada me encuentro por descuidarme y nuevamente encontrarme flotando, en ese instante, en que tu corazón inseguro sale de mi boca, y nos disfrutamos a solas, el cielo recoge sus dedos, agujas de agua, le doy gracias por dejarme falsificarte a besos, mientras tú me atacas con tu limpias pinceladas que ensucian mis miedos, atraviesan a la oscuridad que me respira.

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