jueves, 7 de abril de 2011

No-Resistencia


No puedo odiarte, pero tampoco puedo desearte. Hoy P me ha dicho “cómo voy a tener miedo del día de mi muerte, si todos los días muero un poco”. Por eso no puedo extrañarte, porque desde que te conocí, todos los días, todas las noches, en todos los besos, muero en ti y sé que aunque es una posición envidiable, tú debes seguir complaciendo a otras: a tus vírgenes del sagrado dolor.

Pero hoy como si nada, regresaste a mí, cuando yo me balanceaba en el vació. Llegaste y me masajeaste la nuca y yo escupí mis dientes como si se tratasen de piedrecillas contra las sombras. Apoyaste tu cuerpo contra el mío, nos sostenían imanes allá abajo, eran de los defectuosos, así que nos precipitamos de espaldas a la calle, un coche azul pasó, seguramente ha dicho mira a esos dos como se abrazan. No nos ha visto caer, simplemente vio nuestras siluetas en el suelo, mientras por nuestras bocas la sangre borbotea, el coche pasa sin detenerse.

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