sábado, 11 de agosto de 2012

El día después del comienzo

Una noche la Luna observó como el Sol ansiando sentir lo que sería vivir en la tierra se convirtió en un jaguar, sin avisarle nada a ella, su eterna amante de luz y besos de infinito. Ella si bien conocía el comportamiento de su compañero siempre reicidente en su deseo de entender el origen del amor, no podía creer lo que su piel plateada y sus ojos invisibles le decían, su otra mitad ahora era un animal.

Un jaguar.

 ¿Un Sol que no sabe lo que es?

 ¿Qué pasaria ahora con los viajeros del tiempo y del amor en la oscuridad?

La Luna sabía que el Sol quería estar solo, dejar de ser soñado y soñarse así mismo como un corazón que palpitaba en el centro de la tierra.

La Luna no queria presionarlo, no quería traerlo de regreso por la fuerza, pero ¿qué sería ahora de la danza de la creación?

La Luna bebía del Sol para dar a luz en la oscuridad; el Sol bebía de la Luna para despertar al universo, para despertar al fuego, a la sangre, a la verdad y al cielo.






La Luna utilizando su poder de diosa universal del agua, diosa de la sustancia primera de las cosas capaz de transformar toda forma de vida,  se transformó así misma en Pantera y fue en busca del jaguar. 

La Luna-Pantera caminó días enteros buscando al jaguar, sorprendida de que en la tierra aún existiese luz, existiese el día, sin un Sol rey. O es que acaso ¿había más de un Sol? el Sol símbolo que unía a todas las razas, la eterna evolución y el continuo presente ¿había sido reemplazado?

Junto a un viejo árbol de frutos transparentes la Pantera encontró al Jaguar y tras un largo rugido ambos se reconocieron. Sin decirse nada, se recostaron uno al lado del otro. La pantera comenzó a llorar, el Jaguar como si no hubiese bebido en meses agua, a lengüetazos bebía las lagrimas de su Pantera. Cuando a los ojos de la Pantera ya no le quedaba más agua sólo silencio, se hizo de noche, y sus rostros comenzaron a ser delicadamente pintados por la luz, la luz de una nueva Luna. La Pantera asustada por esta revelación corrió, el jaguar la siguió,  al llegar a un gigantesco lago plateado la Pantera se detuvo, el Jaguar la empujo levemente para que rozara el agua, y ambos nadaron sintiendo sus cuerpos temblar de ternura.



La Pantera observó como en su figura negra se formaban miles de fractales de colores, reconoció en ella un nuevo tipo de ser, su cuerpo de luna, su cuerpo de Pantera era la boca de la serpiente que se comía la cola, el universo volviendo a crearse.

El Jaguar colocó una de sus patas en la frente de la Pantera y rugió. La Pantera rugió con él. Ambos observaron las estrellas de la medianoche, ninguna de ellas era inmóvil, todas estaban sumergidas en el eterno movimiento.

La Pantera comprendió que el Jaguar no había olvidado ser Sol, simplemente había aceptado el flujo de la pureza, la claridad y la perfección: EL CAMBIO.


 La tierra danzaba ahora con una nueva Luna, con un nuevo Sol y ellos Jaguar y Pantera serian los protectores de los viajeros del tiempo y del amor en este mundo, caminantes que un día se convertirían en soles y lunas, porque todo era uno, la perfecta manifestación de la vida. Porque todo debía cambiar una y otra vez.

La oscuridad fluía en la luz, la luz navegaba en la oscuridad. La Luna y el Sol eran los reyes que bajaban del cielo, una sola unidad, el Jaguar y la Pantera eran el principio y fin de toda transformación.

Y así unidos en un mismo abrazo Pantera y Jaguar bailaron y rugieron al ritmo del final de la noche y comienzo del día.

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