El paracaidista insoportable, estrangulado con los gritos de esa niña en la creía sin detenerse, en la que deshacía sus canciones cercanas, su espera solitaria, se aproximo al cielo que ella sostenía, y exhibiendo la cuerda en su cuello, le pidió que le esperase. Ella esmerándose por resultar valiente, le ha dicho que su ventana, alberga estrellas multibiligues, ellas especialmente inmensas, de agua, solo otorgan veladas remotas, es asi de sencillo, repentinamente, experimentar el eco, de nuestras miradas, sin decir nada, no debemos ni siquiera conocernos, los momentos han de desvanecerse, las caricias albergar las ruinas de un aire que mezclo pulgadas de piel, rugosos desnudos cuerpos en camara lenta. Pero y si yo queria que se hiciese realidad, por que nos decepcionamos tanto, cuando nuestros pulsos abandonaron los viajes, y estuvimos cerca, los pliegues ambiciosos en las habitaciones extrañas, se quedan mudos, persiguen inadvertidos maneras de inclinarse e herirse. El humo de los besos, la distancia, encima de cada uno de ellos, creo que la contaminacion acude en su ayuda, amputado el deseo de saber quien realmente somos, a través de las emociones perdidas, quiero apartarme, con cierta violencia, por que tengo la manía de recomponer cada desilusión, tu la inesperada, la que aun creo, debo encontrar, en otra estación. El suspense de la aproximación, cuando el horror es rehén de que ahora nuestra orquesta la dirigimos nosotras, y no el poco tiempo, las autopistas clausuradas.
Para mantener las funciones vitales se recomienda desnudarse y perseguir satélites en llamas
domingo, 18 de octubre de 2009
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