Para mantener las funciones vitales se recomienda desnudarse y perseguir satélites en llamas
domingo, 15 de noviembre de 2009
trébol de cuatro hojas
Lucy, una muchacha que conoció en una presentación de sueño de una noche de verano, al salir del teatro, sus amigos y el, se sentaron en la calle, e intentaron abrir unas cervezas de botella, dos chicas se acercaron a pedir fuego, observaron que no podían abrir las cervezas y Lucy con sus dientes, le entrego la botella abierta, tomando un largo trago, sin dejar de mirarle, Anthony quedo en estado de shock, no era exactamente el tipo de chica con el que había estado antes, pero eso si, era absolutamente la chica que se había robado su almohada, consecuencia: verla todas las noches en sueños. Hablaron un par de minutos, se fueron a una fiesta juntos, el intentaba parecer seguro, no paraba de hablar de si mismo, de lo mucho que sabía de cine, de películas cine b, ella escuchaba, le ha dicho que aburrido que sólo te sepas las canciones de Alicia en el país de las maravillas en ingles, yo me las se en francés. Pero no las quiso cantar. En la fiesta, el no podía mirarle, sentía un pánico raso, creía parecería torpe en cualquiera de sus acciones, y ahora era el turno de ella, hablaba y hablaba de su locura, de su creatividad desordenada, de cómo diariamente se sentía extranjera en el suelo, amaba las alturas, ser la victima del cielo, besando sus destellos.
Esa noche debía regresar temprano, no quería irse, aunque ella ni siquiera se acercase a preguntarle si quería que llenase la copa, más vino, y el bebía esperando que un impulso acabara con el narrador, el tiempo. Tomo un taxi. Intercambiaron números de teléfonos, y el quiso escribirle en su mano una invitación secreta, para verse otra vez, pero sintió vergüenza, así que intento un abrazo epiléptico.
Pasaron dos días, no tenía experiencia en eso del esperar, usualmente en la historia de sus romances con mujeres raras, todo ocurría al instante, con el esplendor de lo inalcanzable con su plenitud en sus labios, pero así como llegaba, así terminaba, violentamente veloz. Con ella quería que fuese distinto, quería ser delicado, tener paciencia, contarle secretos, volverse sonámbulos de lenguas húmedas, invocándose mutuamente.
Le llamo, han quedado, otra fiesta, otra vez de noche, nuevamente amigos, alcohol, y ella ahora se ha mordido el labio inferior, ha sonreído y le ha mirado a los ojos. El quería que la 5 cerveza, quebrara la cerradura, algo le decía que Lucy, también quería un primer beso suicida, vértigo submarino. Y así fue, el le abraza, ella le abraza, todo era púrpura, el era algo enfermizo con los primeros besos, tendía a no recordarles, pero ese beso, fue como el primero de todos, inacabable.
Esa noche el durmió en casa de ella, no paso nada, o al menos lo que debería suceder, en una cama. El quería que la lluvia de meteoritos, la nueva realidad mirándose a los ojos, fuese cuando su sangre, no tuviera vodka, ron, así que le abrazo y se quedó dormido. Se levanto antes, aguanto la respiración para que no despertase, y le vio dormir con la boca abierta, como si fuera un pequeño nido de suspiros, de alfabetos alucinantes de sus vidas pasadas, porque cuando la veía no veía a una sola mujer, veía a todas esas chicas transparentes que con consistencia adquirían color a medida que su pincel improvisaba en el papel, y sus tintes como un relámpago se deslizaban por toda la hoja. Lucy se despertó, se besaron.
El partió a casa, sintiéndose un extraterrestre con las pupilas más dilatadas que nunca, ella a la altura de sus ojos, ella tan efímera con su piel desprendida de la luz.
El debía viajar, debía internarse un mes, en un lugar alejado de todo, su doctor se lo ha recomendado. Lucy no sabía, pero desde hacía meses, sentía un desamparo, una inexplicable ganas de huir, el no sabía de que, el insomnio, las cenizas de pasadas experiencias lo volvían intocable, y el no quería, quería sentirse más vulnerable que nunca, no ser un simple reflejo con ella. Se despidieron, esta vez de día.
Y en el lugar, de reclusión, el vio cosas que había olvidado, cosas de el mismo, que había negado, personas que le habían dañado, mucho, separaciones, y entendió. Se sentía mejor, aunque sabía debía terminar con sus problemas con el alcohol, esa tendencia a refugiarse en la dulzura de un vaso que siempre lo llevaba a disolver problemas, acabar con la distancia, pero ser completamente ajeno a si mismo.
Volvió a casa, prometiéndose no probar ni un solo trago, pero la primera noche, en que vería a Lucy, cosa de amigos, nuevamente tarde, 2 de la mañana, no soportó las sombras, no soportó que Lucy se mostrará tan indiferente. Había vuelto, y el esperaba que ella hubiese sentido ese anhelo por verse, no fue así ella simplemente quería seguir libre, el no sabía bien de que, si tampoco le estaba pidiendo un porvenir embalsamado, quería besarla, quería que le diese fiebre de sólo besarla, no fue así.
Desde ese momento, el se dio cuenta, de que las cosas serían distintas, era extraño, porque se sentía mejor, menos voraz de esa nada que le perseguía, pero ahora ella, no quería, buscaba nuevos umbrales. Un par de veces, le volvió a ver, estaba cada vez más nervioso, y bebía más, y Lucy, se enamoro, en realidad, siempre lo estuvo de ese otro chico que desgarraba canciones. Anthony, miraba desde lejos, era algo triste ver esa escena, por lo poco disimulado que era, por lo decadente de su estado. Ella se fue, le dijo adiós, el no sabe a donde se ha ido. No le quiso preguntar, sabía que si conocía su paradero, algún día llegaría a el, a visitarla, a decir ha sido porque mi vuelo se ha extraviado, y el no quería empeñarse a jugar con su corazón, ella ya no quería jugar más.
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