domingo, 27 de diciembre de 2009

Acero inoxidable


Ahora solo puedo escribir canciones tristes, a todas se les escurren en la madrugada, los momentos que nunca suceden, contigo, el invisible pájaro carpintero que nunca se posa en mi ventana. Y repito la acción, los mismos intentos de prepararme para no ahuyentarte. De acariciarte el pelo, de que no me duela el tenerte cerca, de que cantes en los pasillos de mi corazón y su soledad, con sus desafiantes dolores construidos. Me gustas, me gustas mucho, pero no avanzo, continuas con la misma fuerza de un terremoto, pero sigo teniendo miedo, de conocerte, de que seas la mujer centinela y hacer música con besos, con la ternura y la realidad. No se en que momento paso, me volví así, así tal como me vez, conjurando a tus ojos a que me entiendan, a que me enseñen a amar. No se, porque no miras de nuevo la palma de mi mano, te darás cuenta, que solo pienso en el amor, cuando esta lejos, cuando no cambia el calendario, los suspiros son huracanes de un invierno húmedo, y el alma envuelta en velos solo espera que la tejan al aire, para que se mueva, para que no se prometa ira de cacería en una siguiente estación y llore aunque no tenga pestañas. Porque hoy, estoy triste, y ha sido repentino, me desgasté, debo excavar mi propio nido no sólo por temporadas, en las que estoy contigo, y siento no vendrán exterminadoras enredaderas de vidrio a cortar mi garganta, mientras pronuncio tu nombre y me dan cosquillas en la laringe. Quiero estar mejor, para cuando regreses, pajarito rojo, hoy me tenderé en las sabanas y cerrare la ventana, porque debo limpiarme, de esa caravana de sueños que lo único que hacían era desprender mi verdadera voz, quiero cambiar, quiero cambiar, y puede ser que la próxima vez que abra las ojos, sea porque mis latidos y tu tamborileando en los árboles, nos descubra que ahora si podemos abandonar, nuestra jaula.

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