domingo, 27 de junio de 2010

Hasta el fondo



Cuando comencé a escribir a obsesionarme con la literatura, apareció y se repitió, en diversos autores, en distintos de mis poetas favoritos, la tradición o tal vez la única lección de amor, acerca del porque se escribe, del porque escribimos. Todos hablaban de cómo se construía, desde Virgina Wolf , su habitación propia y sus femeninas palabras pintadas, pasando por Rilke, hasta Lewis Caroll. Ellos me hablaban de su filosofía de peces ahogándose en los oscuros astros que iluminaban al poema. Otros en cambio hablaban de un sistema imperialista, donde todos estábamos locos ,por hacer del escribir una respuesta que cortase nuestras gargantas, un tajo limpio lleno de pimienta, para que nos abstuviésemos de continuar la búsqueda de la escritura simple. Yo no quiero, porque no me siento preparada, de seducir a mi alma contándole que le escribo a ella, porque aun no sé si le escribo a E, o a aquella que me da la mano, con ese color sucio en sus yemas. Pero no me interesa el porqué escribo, si no con que escribo, a algunos les gusta escribir arrodillándose con una balada de fondo y un boli con tinta amarga, otros prefieren escribir deprisa con reproches y sus venas hinchadas por lo que pudo suceder, a mi me gusta tumbarme sobre cualquier superficie y aguantar, aguantar, hasta que sea ella la que me absorba, porque lo hace, es ella mi tentación y yo la suya, ella con sus grititos, ella con sus mil preguntas, la que en ocasiones se desvanece y no regresa hasta que comienzo un nuevo tratamiento, y nos revolcamos juntas en los tejados y nos es indiferente despertar a los vecinos, por que ella me necesita, no es pura casualidad, si ella quiere mi voz yo se la doy, hasta que se harte de que la llame, y ella me satisface con violencia, me habla de las batallas que debería pelear, mi amiga la que indulgente lacera mi espíritu, la que se acuesta con el silencio, la que no conoce de fronteras, la vigorosa de la revolución, la que me pide mírate al espejo, esto es lo que te ha tocado vivir, la que no cree en la suerte: la sangre contenida o sostenida? la opera oceánica en mis venas, la constante roja presencia que gotea en mi libro.

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