jueves, 26 de febrero de 2009

escondite




A quien esperas?


pregunto el trapecista, a la chica de la almohada con olor a sedantes que se encontraba en el suelo accionando su cajita musical , invitándolo al vacío. Sorprendida por aquella pregunta, se mostró distante, e intento ignorarle, quien se habrá creído ese vulgar hombrecillo, que viene a mi, a pedirme explicaciones, a intentar conocerme, como si tal cosa fuera posible, como si mi mundo con sus sueños intermitentes fuera similar a esas fantasías descoloridas perpetuas que ese tiene, con esas con las que alimenta la avalancha bulliciosa, del creerse nuevamente obstaculizado con un nuevo intento de compañía, no hace mas que acelerar el crecimiento de las musas en estado crudo. Y en brevedad se habría enojado, pero su escena se vio interrumpida por la poca sutileza con la que el individuo se arrojo a sus pies, bajo a amarrarse el cordón de un zapato. El salto abrupto al revés, el observar desde el suelo a la infantil forma, le trastorno la medula, padeció síntomas extremos, mirada inadecuada involucrada,
y estirando la mano, le arranco una pluma que tenia adherida a la frente.




Eres bastante distraída, no?, nuevamente otra indiscreción, otro efecto triturador, y como verdad inevitable la cazadora de recompensas, le saco el zapato y lo estrello contra los cristales de la silla de la estantería.




Me dices eso, a mi? respondió la mujer de las mil y un excusas, mírate el calcetín, como se nota que hasta has dibujado en el aire peces e ilegítimamente calles enteras donde podrían circular las mujeres a las que les das importancia en el aire, demostrándote que aun puedes pintar extrañas maneras para acercarte, eres incapaz de enamorarte sin las atrocidades del cosechar inicios obligados a evidentes situaciones pasajeras, y mendigas, insistiendo en extender la magnitud de un ser nuevo, ya deja de arrodillarte.




Tu tienes el pecho manchado, veo que en ti ya han dibujado, y si ahora desapruebas lo que hago, es porque llegara la ocasión, en que entenderás, que si tanto anhelas una invitación, encontrarte con algún predicador que simule virulencia musical, te iras con el, si no es que ya lo hiciste, y a mitad de la inclinación humilde, en la que te mostraste dispuesta a entregar tu voz, por desobedecer el infinito, y volver inconfundibles las huellas requiriendo el calor de una fogata, se aburrirá, pues muy trivial le parecerá el uso de la no violencia en el deseo, el concebir lo imperceptible sin bautizarte.





Me asustas, sabes, dijo la mujer, con súbita locuacidad, hasta creo que, incluso intentas decirme que podríamos llegar a entendernos? el sabernos heridos por una misma sensación, no significa nada. Significa como todo, dijo el hombre del zapato azul, existes intentando, cuando te amenazas de que si no tratas, si no te dejas sorprender, aun con las manos juntas, no podrías atrapar ni a media presuntuosa mariposa. En cualquier caso no te estoy pidiendo nada, no creas que así lo hago, es evidente que te presiono, pero no lo veas como costumbre o capricho concreto , recién estoy empezando a observarte y es que envidio a la lluvia, me gustaría conocerte como la punta de un hilo, ondeando continuamente en ti, cuando enciendes las luces, cuando te aíslas para permanecer desnuda comprometida a convertirte en espuma, cuando besas y te hacen cosquillas.




Yo he venido acá, porque me han ofrecido 70 veces 7, nuevas tiernas experiencias temblorosas, puede que una de ellas, por espasmódica que parezca, me haga olvidar las cenizas y esos labios finos, te pido que ya dejes de hablar y me dejes dormirte, acércate a la almohada, te proporciono una superficie donde no tendrás dolor y te podré llevar a mi habitación, quiero mi recompensa, por ti, el resbaladizo ser que se columpia creyendo aun, que se puede volar de lado a lado, arremolinando horizontes, arrullando los corazones con un mismo dardo, sin enrojecerse por el tiempo y las cuerdas tensas, llevando confuso sus pasos hacia un pantano hecho con relámpagos, con gentiles ojos hinchados de tantos botones desabrochados. Vamos trapecista de árboles de plata, deja de fingir que podemos crujir y contribuye a volverte indiferente, me pagaran mas, si es que llegas preparado a los amaneceres sin necesidad de las luciérnagas abriendo las ventanas.




No, déjame precipitarme, anda, vamos a caminar, condenémonos a que la piel se rinda al redescubrirnos ilusionados masticándonos los sonidos, los olores, los desiertos, los dolores, los incendios. déjame tocarte, arrojar las manecillas del silencio a la intimidad, confía, no tienes curiosidad?, si es que acaso las sabanas alargándose y desgarrándose se hundirán en nuestra naturaleza, y se ofrecerán al jardín convertidas en pájaros.




Y la casa recompensas con los ojos cerrados ato los pies del trapecista con el cordón de su pie izquierdo, sobre el piso, adolorido por el golpe, el trapecista sintió como el pelo de la mujer, semejante a pececillos inquietos nadando por encima de las apariencias, le acariciaban la oreja, ella le soplo la boca, y no pregunto nada.

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