martes, 11 de mayo de 2010

Es muy difícil morirse vivo



Decía Andres Caicedo.

Es más difícil reivindicar a los vivos entre los muertos, digo yo y no tengo crucifijo. Es difícil reconocerles entre la ficción, entre instrucciones de uso para tener carácter, para no quedarse calvo, dolor, vino barato, para no fornicar con el vació y desgastarse, porque desgasta, la bella retórica de lo artificial, de los sueños de bolsillo, de los que provocan carcajadas y no nos hacen ricos.

Sirvo café desde hace dos meses en el Starcucks, es primavera que más da, me dije, un par de euros, soportando mi vestidito verde y las sirenas de codicioso estomago. “Sírveme un capucchino latte que quiero estar mejor alimentada, pero sírvemelo sin que engorde y sírvemelo de tal forma que a mi vecino los globos oculares se le enciendan, porque es negro y no quiero comprarle su vieja revista, ni escucharle respirar, tal vez me entere que el calentamiento ha llegado a Madrid, o que asesinar a mi marido, se ha puesto de moda, aunque eso si podría interesarme” dijo mi primita, fastidiándome la jornada. (10 AM)

13 PM: Abro una lata de sardinas y me las como resolviendo un crucigrama, derramo trocitos sobre los vasos blancos, diré es doble sacarina. Todo esto se debe hacer antes de que lleguen los clientes, porque las reglas son estrictas, siempre una sonrisa y mejor si es en ingles, ya sabes I want you baby drink my coffee mi ardiente coffee. Un discurso político basado en que no vendemos melones, ni sandias, asi que para que preocuparse, vender, vender, como si fuese el nuevo folletín musical para los niños y su primer diente de leche, comprar, comprar.

18 PM: Ha venido a consumir un café simple y una galleta de chocolate una extraña mujer. Retira sus lentes policromados, deja al descubierto un rostro 3 veces más bello que el de la sirena del vasito blanco. La mujer alfabéticamente asesina a mis compañeros, a Arturito, a Camelia, hasta llegar a la I, Iracundo, que por cierto intente ocultar mi nombre con mi mano sudorosa. La mujer sonríe, me apunta con su revólver en la boca, y yo la abro creyendo que quiere jugar a que la engulla. La mujer exclama:

“ahora que ya la has besado, y palpado, puedes decir se acabo, he llegado”

Apuntó a mis riñones y disparó.

La mujer prosiguió a suicidarse. Y es que ella también quería ser alguien especial o completamente desapercibida?

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