domingo, 3 de enero de 2010

Inflamaciones espontáneas




Me gustaría ser suficiente para ti, que mi aliento incorporándose a tu cristalino, suavemente congelara el momento, guardando para siempre mi rostro en tu mirada, gobernada por el instante donde con tus besos circunscribes mi noche. Pero creo que me he vuelto tediosa, termino mi trabajo y me enfermo. La flecha no se repetirá y he fallado, instruida por mi inseguridad, por la influencia de la costumbre de capturar vivo el corazón, e impasible, profanar su necesidad hasta volverlo esclavo del fuego, y sus delicados colores, agitando mi mente, desnudando mi voluntad, hasta accidentalmente provocar que tus colmillos desciendan en mi pecho, y me bebas hasta que la piel, la sangre, se vuelvan cenizas. Y me abandonas, me dejas, y temo porque se terminan los dardos, y tu latir es solo un eco plateado, que extiende sus inmensas alas con ganas de decapitarme. Entonces te sigo, con mi fatigado cuerpo, y te digo acércate, mira, introduce tu índice en este pedacito de mi cuerpo, donde solías apoyarte, antes de dormir. Y lo haces, escarbas en mi, y me sonríes, yo te devuelvo la sonrisa, y es allí cuando horrorizada, interrumpes tu castigo, porque un duro dolor, frío e inmóvil te paraliza el corazón. Te tomo en brazos, y es que como nunca fui suficiente para ti, me decidí convertir en ti. La sangre gesticula mejor, y por primera vez entiendes lo doloroso que fue bajar de las nubes por ti, respirar sin mi coraza.

Encuentran dos cadáveres que hierven, y de sus mandíbulas entreabiertas, parece colarse un: te amo.

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