domingo, 10 de enero de 2010

Srta Barbara Ann


Y de tanto aferrarme a esa ilusión, cayo desmoronada sobre el suelo. Tan solo era una construcción en besos, que creí serian infinitos. Somos cómplices de lo no-real, del que tu-yo, yo-tu, nunca forme parte de nuestras arterias y su flujo envolviendo el anhelo. Porque cuando me dices podría ser, soy capaz de inventarte todo tipo de soles, para cobijarte. Pero cuando simplemente te vuelves volátil, frente a mi desconcierto, es el sol negro el que me envuelve a mi. No se bien, si las palabras pueden provocar el ensueño, lo único que se es que a veces me conviene creer en ellas, aunque luego se conviertan en una infección. Porque ya debes de saber, niña, que me he de realizar una transfusión, tu sangre celeste, habría tenido éxito en otro corazón, cuyos contornos no hubiesen estallado, cuando una sutil mirada le dio sentido, a lo que desaparecía.

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