domingo, 17 de enero de 2010

Pronósticos sobre carreras



C corre con todas sus fuerzas, corre dejando atrás las estaciones de metro apestadas de rostros tristes, asmáticos. Persuade a sus pasos de que cómo golondrinas se eleven con velocidad, sobre esas respiraciones que le perforan la medula. Su cazadora roja, desabotonada por el calor del algodón rozándole su piel con un compás segundo a segundo. C escapa del extraño que le persigue. Al llegar a las escaleras eléctricas, con el rostro fatigado, se precipita sobre un violinista y su mujer cantando, e intenta pedirles ayuda, pero su voz es incolora, no brota luz y se detiene en su miedo haciendo metástasis, no puede hablar. Continua hasta la línea 2, ingresa al vagón, y al cerrarse la puerta, un estrepitoso sonido le informa que el extraño, se encuentra a sus espaldas. Se encuentra ud bien? Pregunta el hombre que bebe coca cola. C no reacciona, su corazón late veintiún veces más de lo normal y devorando el nudo en su garganta, comienza a llorar, el chico asustado, le dice: lo mejor sería que se bajase en la siguiente estación, le acompaño si así lo desea. C abandona el metro, y al extraño, toma un taxi. C visita a P, el continua cenando, e irrumpiendo con fuerza, la puerta de la cocina, presiona contra su pecho la mano de P. C le pregunta: porque es que aún sigo teniendo miedo? De que te aparezcas, y me obligues a cortar mi cuerpo, mientras te acaricio el ombligo. P tocando la comisura de los labios de C, le da a probar un bocado de carne que saca de su lengua, a medio deglutir, C apretó los dientes, y le dio la espalda, y le dijo es verdad, si tu no te detienes, me detengo yo, y saliendo de la casa de P, derramo sobre su cuerpo veneno de ratas, sobre sus huellas dactilares, sobre su piel ligera. P envenenado, abandono su hambre, no se sabe muy bien donde esta. A por el contrario, se limpio de las manchas de aquel liquido corrosivo, tardo un tiempo, y fabricándose un disfraz de tigre, se interno en el bosque.

Fue allí, donde una mañana de frío invernal, al intentar rasgar la garganta de un ciervo joven, se encontró con otra mujer disfrazada, con su vientre destapado y cerca al corazón, un dolor que comenzaba a desaparecer. La mujer ciervo, arrojo el disfraz, nuestra protagonista, repitió la acción. Ambas nadando desnudas, treparon hasta llegar a un faro, desde donde apreciaron como sus sombras incapaces de sobrevolar el agua, se desgajaban como hilos de telaraña, sobre el mar. C sonrío, comenzaban nuevos tiempos.

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