domingo, 20 de septiembre de 2009

Sigue al velero


Ya nada es como antes, se ha extraviado, la verguenza le impide regresar, atender el pergamino donde caprichosamente,han dibujado el lugar del tesoro, esa mancha negra, que espera al pirata amortajado. Desnuda con la memoria roída, ya no recuerda hacía donde iba. Si en la boca almacenaba el graznido de un carruaje de luciernágas y sus hilos de colores, enseguida cree que es sólo un malestar, maniobra al desconocer, sabores que rechaza. Y si escucha el rumor de su pecho: palabras con pieles de agua y plumaje de vitrales, desea estar en otra parte. Le dicen huye, la arena te comienza a asfixiar, es temporada en donde cuajaran tus besos, y con los dientes te arrastraras hacía otro nombre de carne, y otro camarada asustado, escurriéndose en tu entrepierna, para que creas halagan tu falta de conocimiento, en las estrategias saladas, de la profundidad de a dos.


Y el pirata se pasea todas las noches, derritiendo el testimonio de la luna, en sus zapatos. Busca, olvida, se lleva sus ilusiones goteando a otra ventana, toca el vidrio, adora a la sombra que se apreta contra su cuerpo, y amanece raspado, con las mejillas frias. A ella se le olvidan los modales, y le vuelve a engañar, su cuello abierto deseable, exhibe como pared llena de un musgo rojo, los besos que la asustan. Pero el pirata, aun no se ha endurecido y es incapaz de zurcir con sangre, las relaciones que mantiene con el aire.


Esta tan solo, no deja de tocar las puertas, todas las puertas, para intentar llegar a su hogar, a su tesoro, dicen, en la cajita con ese brillo intenso, se encuentra la armadura para su corazón, y es que hasta ahora, incluso las hojas de los árboles al caer, con su tinta indeleble, le dejan más de un rasguño y por cada pulgada abierta, vocífera su anhelo, de que con un beso, como un velo, le consuelen las verdades que ignora.



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