miércoles, 2 de septiembre de 2009

Lo visible


Deseo que te toques pensando en mí, haz dicho. Esperando un desenlace, y como acostumbras ser convincente con tus juegos intrusos, me incline, mientras tus labios y su cigarrillo amordazado pronunciaban la siguiente instrucción. Insistiendo en que debía alcanzar a desnudarte, hacerte gemir, a respirar una dolorosa nota, un lenguaje abstracto, en que sin tocarte, hiciera justicia, al dulcísimo sabor, que nuestra memoria escribía, cuando nos acariciábamos en el suelo, elogiábamos nuestros desvaríos, nos desgarrábamos simultáneos a una oscuridad carnicera.

Debo decir que al empezar intercale pensamientos, rostros afiebrados de mujeres, escenas inocentes, algunas mentiras, ojos azules, resistencia al amor, brevedad, ambos sexos, algunos de mi edad, le danzaban a mi oído palabras enteras, rompiendo definitivamente lo creativo del detenerse y lamer los cortes tibios, sin remordimientos, con la boca sucia de alcohol, conmoviendo a mi cerebro de lo evidente de su vanidad al desabrocharme las promesas, despacio, completamente, usando los dedos, sus obsesiones, las noches de invierno con la música interrumpida. La atención sudorosa en los detalles nuevos.

Continuo con los ojos cerrados, te acercas, comienzas a oler mi rostro, mi cuello, mi cintura, y me horroriza pensar que huelo a miedos y quiero tu consuelo. Quiero tu velocidad, a tus demonios satisfechos sin medir las consecuencias, cuando me zumban, disimulando que no sientes, con tu boca temblorosa.

Acuéstate a mi lado, ya hemos terminado, ya te has apoderado de mis nebulosas, de mi deseo de poseerte sin conocerte, de mis carencias. Ahora dame un beso de buenas noches, que es mi turno. Quiero verte dormir, sin antifaces.

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