miércoles, 4 de agosto de 2010

sans douleur


Había luciérnagas que se posaban en mis dedos. Lanzadas desde el cielo, al prisma palpitante de mi pecho, era suficiente para sentir, un caldo de cultivo para cualquier emoción por pequeña que fuese, por que era cierto, que en las profundidades de cualquier ser, todo era indefinido, una sensaciòn térmica similar a cuando de un árbol cae la hoja, seca, perturbada por el viento,igual que tu, la de bruscos despertares, la de rosas en los oídos, la que serpenteaba en el sudor, la del paladar con sabor a caramelo, a remolinos de agua dulce. La luciérnaga que estallaba cuando intentaba explicarse porque era tan breve la luz del sol. No todo era acumular, también era necesario estar dispuesta a ser pequeñita y dejarse salpicar, por algo más grande y escurridizo,un dolor...

éramos dos

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