Creías en el horizonte y su hemorragia delicada de sentido y ruido.
Amabas todo lo que era diferente, la cicatriz en el pájaro, las radiografias en los peces vendados.
Las posibilidades aumentaban, todos te decían podrías llegar a ser lo que quisieses, tu sólo querías dejar de enjuagar las sabanas con tus ojos que se aflojaban de noche, en la herida que causaba la música en tus sueños blandos. No eran ellos, observa sus dientes, han perdido la costumbre de arrancar ríos enteros de ti, se extinguen en el eco. Ahora solo tienes dos opciones o sumisa esperas deformarte cuando el telón del fracaso exhiba una naturaleza saqueada por lo amargo, el desprecio que te concedes por no razguñar aun estrellas desnudas, o simplemente sobrevives a tus prejuicios, a tus latidos de algodón, y te haces mujer aunque te cause repulsión, rindete a ti misma y deja ya de señalar el techo, esperando que un alma adiposa te repita: te ahogas en tus fronteras.
Amabas todo lo que era diferente, la cicatriz en el pájaro, las radiografias en los peces vendados.
Las posibilidades aumentaban, todos te decían podrías llegar a ser lo que quisieses, tu sólo querías dejar de enjuagar las sabanas con tus ojos que se aflojaban de noche, en la herida que causaba la música en tus sueños blandos. No eran ellos, observa sus dientes, han perdido la costumbre de arrancar ríos enteros de ti, se extinguen en el eco. Ahora solo tienes dos opciones o sumisa esperas deformarte cuando el telón del fracaso exhiba una naturaleza saqueada por lo amargo, el desprecio que te concedes por no razguñar aun estrellas desnudas, o simplemente sobrevives a tus prejuicios, a tus latidos de algodón, y te haces mujer aunque te cause repulsión, rindete a ti misma y deja ya de señalar el techo, esperando que un alma adiposa te repita: te ahogas en tus fronteras.
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