martes, 18 de agosto de 2009

caos y crimen


No sabes quien soy, no sé quien eres?
Nos movemos en el dormitorio defendiendo, la costumbre del dolernos para que nuestros sueños encajen. Me aprietas y ruges, como un poeta que se ha atragantado con el fragmento de una canción. Esta noche, no te quiero seguir interrogando, no quiero tener ese aspecto insistente que te asusta.

Pero es que las mujeres en esta cama, usualmente se impregnan de un olor cubierto a jabón, a derrota, es como si presionando sus pezones, su farsa de sal se descubriera y nos quedamos haciendo ensayos en vano para un ansioso éxtasis. Demostrándonos que somos títeres sin fuerza para desnudarnos. Observar nuestras manchas dulces y pedirnos el favor de continuar, desaprobarnos por completo, al final. Y que nos duela la cabeza, agitados, las ilusiones de reserva examinando a la lluvia allá afuera, aumentando el margen de nuestro pacto de animales a la madrugada.

Y si soy una de esas mujeres? Y si lo que desprecio de ellas, es a lo que me someto? por la mirada borrosa, por ellas, las aterradoras muchachas absortas en la extensión de su propio placer cuando se tocan. Las que me miran, cuando ya están rotas. No me molesto en preguntarles, de donde vienes?. Apasionadamente les lamo las heridas en sus costillas. Me seducen esas llagas que empiezan a olvidar a los que llegaron adelantados y recorrieron lo que aún era cierto en ellas.

Y si tú también eres así? Y si eres una hoja de papel y te escondes aquí de noche? Para que la plegaría del viento no te arroje a formar parte de un decorado, de papel tapiz, donde una mujer se asfixia acompañada de un fumador que la penetra, cada vez que se siente culpable.

Se que nunca llegaras a ser ese tipo de mujer, así que no tengas reparo a darle volumen a tu angustia, a marearte, a mentirte, a despertar con la garganta llena de libélulas calidas que te hagan olvidar las palabras.

Hoy, esta noche, al observarte sin mayor evidencia, me he dado cuenta que lo que más me gusta de ti, es que sabes lo peligrosa que resultas a esos excesivos normales polvorientos, a mi propia normalidad, a las sombras que me lloraban. Mi obligación es tener cada vez más fe en ti, porque lo justo es enamorarse de las anti-heroínas.

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