jueves, 6 de agosto de 2009

U.r


Hoy te regalo, tres guirnaldas a tu corona.
Buscando siete respuestas, el sentido, el secreto, la formula abandonada,
la imagen del ser que a la distancia,


se aparece en el ardor de mis sueños.

El de cuerpo escalonado, naturalezas ascendiendo.
El que traspasa el entumecimiento doloroso de la luz, cuando se ve de lejos.
El que transplanta el seno materno, a una voluntad de tierra oculta.
El que describe el lapso inmune, donde somos, sin murallas, sin alfabetos, sin alertas, sin fin.

Somos propiedad vulnerable de un experimento de fuego,
Sometidos a la fiebre del ensueño, a la angustia de lo que se une, por una frágil fuerza
de estrellas.

Destructores de lo exacto, de los rayos encarnados a lo infinito.
Somos sensibles almacenando catástrofes de besos.
Somos un mosaico herido, de bordes que se defienden, del ser en la ilusión, del estallido
del movimiento de lo creado.

Por esto y la nave misionera que me transporta, la humedad de la lejanía, me hace rebotar
contra el gran lienzo. Mi primera batalla, mi visita al interior.

Así que, niña nocturna, transfórmame en éter, en piel muerta, en un esquimal que se muere afirmando en su centro, el olor a la primavera. Pero muéstrame, antes de cerrar los ojos, cómo es que los amantes son un nuevo animal amenazante, un ladrón de peces imaginarios, son la torre que enciende el cielo, las frecuencias perdidas de la radio en la playa invisible.

Dicen que es imposible, yo digo, podemos pretender a ser más que una promesa, a ser el espacio, el desierto lleno de caricias, de brisa, de casualidades errantes. Está noche te beso, te beso, aunque las cicatrices, reafirmen el porque aún nada crece de tu boca.

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